[De su libro Saliva, editado por ContraEscritura]
Con mi balsa
las flores amarillas que me golpeaban las piernas
mientras iba en bicicleta por Lago Puelo
son mi casa.
la cutícula seca y levantada
de mi dedo corazón
también es mi casa.
la yema de ese dedo
me riega y me garúa
y me lleva sana a casa
cada vez.
algunas mañanas me despierto
miro a mi alrededor
y no reconozco el espacio
ni mis cosas.
algunas mañanas soy náufrago
bicho escamado
afónico de sol
hipermétrope de ver sólo agua y sólo cielo.
tantos años viviendo junto al mar
me deben haber hecho mucho daño.
hay algo en mí que se castiga
por semejante privilegio
regalándome algunas mañanas
un pavor de balsa
hondura trémula bajo el parquet
el viejo miedo a la oscuridad
al que ya vencí en pasillos y en esquinas
pero que vuelve, salado, al paladar
que vuelve, vértigo, al talón
que vuelve a esto telgopor y deriva.
Canción primera de la tundra
afuera cruje el frío polar y se prepara el trueno.
linda noche para dormir cucharita
en mi cabaña siberiana
y comernos
los restos congelados
del último turista.
afuera donde vive la nieve
la noche miente negrura.
linda noche para calentarnos las manos
en las entrañas abiertas
del último turista.
anoche me ofreciste montura.
remotos y ensangrentados
paseamos nuestro lustre
por la tundra.
tú nunca tienes frío.
fue cabaña ahora es guarida.
pintamos las vigas del techo con la mala semilla
derramada
y aquello que brotó
alegremente
de la arteria femoral
del último turista.
cuesta mucho quitar el tejido de debajo de las uñas
largas
de un largo
invierno.
la espalda abierta trazó una huella
en el parquet.
es el camino tibio que va desde la puerta
hasta una habitación
donde mugen los silencios
de muchos días vacíos.
me has clavado a nuestra cama para siempre.
afuera claman las estrellas que no vemos.
porque no vemos
y todo es trueno.
ahítos reblandecidos
nos murmuramos dentro de la boca.
habremos de salir a cazar un día de estos.
Con mi balsa II
algunas mañanas soy náufrago
y me pesa el cuerpo
y me balanceo en el espacio
apóloga del martirio
enganchada por unos cuantos centímetros cuadrados de piel
la noche esa herida alargada
me deja este vestido de nácar
molusco bivalvo
y tanta sed
y hay una cuerda que me ancla al fondo
de tu fondo.