«Toma, lee», el logotipo de la editorial Aguilar
«Toma, lee», el logotipo de la editorial Aguilar.
En la edición limitada a 2.000 ejemplares –300 de ellos numerados o especiales– de la obra de María José Blas Ruiz Aguilar. Historia de una editorial y de sus colecciones literarias en papel biblia (Librería del Prado, 2012), donde se narra la trayectoria de la editorial madrileña y se ofrecen unos cuidados e ilustrados índices de todas las colecciones, Luis Alberto de Cuenca explica el origen y significado del logotipo de la lamparilla de aceite, con su correspondiente leyenda, que aparece en los libros publicados por Manuel Aguilar Muñoz (1888-1965) desde el comienzo de su aventura en 1923.
«Esa lámpara, digna de ser frotada por el mismísimo Aladino (cuando menos), fue el símbolo de la peripecia editorial de don Manuel y experimentó a lo largo del tiempo una serie de cambios que apuntaban a una mayor simplicidad en su dibujo, desde el muy figurativo y minucioso dibujo inicial hasta el mucho más esquemático y abstracto de los últimos tiempos. La lamparilla estaba inscrita en sus orígenes dentro de un círculo en el que podían verse, las iniciales MA de Manuel Aguilar en la parte inferior, y en el que figuraban, en la parte superior, dos misteriosas palabras: Tolle, lege. Ese doble imperativo latino exige ahora una breve explicación.
En los trece libros de que constan sus preciosas Confesiones, Agustín de Hipona inventa el género autobiográfico, contándonos su vida con el solo propósito de aleccionar al lector y ofrece utilidad y provecho desde el punto de vista moral. Es célebre, por conocida y divulgada, la vida licenciosa del santo africano antes de acoger en sus entretelas, con todos los honores, el mensaje evangélico. Pues bien, en esta obra atormentada y ejemplar en la que Agustín nos revela las circunstancias que lo llevaron a la conversión, y concretamente en VIII, 12, 29, se nos cuenta que oyó una voz misteriosa que le decía: Tolle, lege, o sea, «Toma, lee». Giró Agustín la vista y se topó con el libro que leía su amigo Alipio (más tarde San Alipio), una epístola de Pablo de Taso que determinó su militancia religiosa futura y su deriva hacia la santidad.
«Toma, lee» es, también, lo que don Manuel Aguilar nos dijo y nos dice cuando tenemos en las manos cualquiera de los miles de libros publicados por su benemérita Editorial a lo largo de su existencia. Algunos de sus lectores –yo diría que muchos a juzgar por el éxito comercial de su empresa– le hicimos caso, y crecimos con la sabiduría y con la diversión que nos proporcionaban los libros de Aguilar, con su entrañable papel biblia, sus hermosas encuadernaciones en piel, sus cortes pintados y su atención preferente a los grandes clásicos de la literatura universal. Unos libros que ni entonces ni ahora decepcionan ni un ápice, porque están hechos de la misma gasa inconsútil con que se tejen los sueños de los hombres en el telar de Dios, allí donde los senderos del jardín confluyen en una único glorieta eterna y ya no tienen por qué bifurcarse».
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