El libro
Los poemas que configuran este poemario están recogidos en cuatro partes que dan forma a un amor. Son poemas que se dirigen a veces a un tú, a veces a un nosotros, en un tono íntimo y contenido.
A modo de prólogo:
Quiero crear sustancias
descubrir materiales con palabras
pero que nadie sepa si has sufrido
ni dónde has estado antes ni después
La primera parte, cuerpos, supone la irrupción del amor en lo cotidiano, pero a la vez el deseo de preservarlo de lo cotidiano, y también la incertidumbre acerca de ese amor en sí mismo.
dos cuerpos de canícula
maduros para ser
cogidos de la rama
no podemos dejar que la ciudad
y los que se la turnan
para sobarla un rato cada uno
nos aplasten tan pronto.
duermo desnudo cada
noche contigo porque
no sé cuándo será la última vez
El «espacio» del título de la segunda parte y del trasfondo de los poemas contenidos en ella es fácilmente interpretable como un elemento hostil, enemigo del avance de la historia, que interpone dificultades (separación geográfica, enfermedad), hasta que se «domestica» un poco en la parte final de la sección. En varios de estos poemas aparece la sensación de desolación e inhabitabilidad del espacio abierto, exterior, frente al cuerpo a cuerpo de la primera parte y la intimidad del hogar de la tercera.
y te invoco a través de la negrura
estoy haciendo tiempo
el tiempo que separa
el día en que vivimos
sabrán por nuestras huellas
que nos comprometimos a volver
En la tercera parte, «casa», llegan los poemas de intimidad, de la vida en común, aprender no solo a hacer una casa, sino a ser casa, un refugio frente al mundo.
cuando en casa me alcanzas con la mano
la rotación marida con la sangre
como un barco que deja de moverse
Los poemas de la última parte, «tiempo», son celebraciones de lo logrado, de lo bien que se está una vez llegado aquí. Y como broche, los frutos, que suponen a su vez un nuevo comienzo, esperanzador y sorprendente.
está siempre al acecho
la posibilidad de que ocurra lo nuevo
y de que lo que ocurra salga bien
porque es tiempo de frutos
y no hemos merecido este castigo
Y cierra a modo de epílogo un poema del que solo desvelamos su nombre a modo de verso:
relatos de ciudades y jardines
Este poemario es un canto al amor desde la vida a cada instante, una celebración discreta. Bajo su aparente sencillez formal encierra una trabajada perfección técnica, un tono honesto y una mirada precisa y sutil.
Las ilustraciones

Para ilustrar este poemario, Ramiro Gairín ha contado con Lalo Cruces, un reputado artista plástico cuyas pinturas se han exhibido a nivel nacional, así como en Taiwán y Reino Unido. Si bien se esfuerza por crear piezas que reflejen la vida cotidiana, también explora temas que preocupan a la sociedad moderna como el consumismo, el individualismo y la explotación ambiental.
La complicidad que une a ambos se percibe en la forma en que las imágenes completan a los poemas, unas veces desde el símbolo, otras desde el surrealismo y otras mediante una relación directa.
Así, queda configurada una obra que estimula desde diferentes disciplinas, con sutileza y eclecticismo las diferentes sensibilidades del lector en un completo y bellísimo objeto.
El autor
Ramiro Gairín Muñoz. Nacido en Zaragoza en 1980, es Ingeniero de Montes por la Universidad Politécnica de Madrid y postgrado en ingeniería de los recursos hídricos por la Universidad de Zaragoza. Desarrolla su actividad profesional, en una consultora de proyectos de ingeniería civil. Este es el décimo libro de poemas de su trayectoria. Los anteriores son:
- Pintar de azul los días laborables (IslaVaria, Granada, 2011)
- Que caiga el favorito (Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2011)
- El mar en el buzón (Vitruvio, Madrid, 2012)
- Por merecer el día (Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2013)
- Andar (e-book, 2014; Imperium, Zaragoza, 2020)
- Aguanieve (Isla de Siltolá, Sevilla, 2015)
- Lar (Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2016)
- Llegar aquí (Versátiles, Huelva, 2020)
- La ciudad que no somos (Polibea, Madrid, 2020).
Ha obtenido los premios literarios Ciudad de Arnedo y Ángel Miguel Pozanco, y ha sido finalista en otros como el Isla de Siltolá o el Gustave Flaubert.
Ahora, además, tiene un hijo.