
Un segundo robado. Niño anómalo
Cada vez que llegamos a una nueva casa aprendemos dónde están las salidas, si hay ventanas bajas o puertas traseras. Si hay patio, dejamos una escalera apoyada en una pared para poder huir. Subo esa escalera para mirar qué hay al otro lado. A veces otro patio, a veces una calle y otras un paisaje baldío. Recorro mentalmente el camino que debo seguir. Nunca lo transitamos.