Qué es un higo. Por Francis Ponge
Cómo un higo de palabras y por qué, de Francis Ponge (greylock, 2021)
(Viernes 29 de agosto de 1958).
El higo
No sé muy bien qué es la poesía, pero sí sé bastante bien, en cambio, qué es un higo.
¿Cómo explicárselo a ustedes?
Símaco, gran pagano de Roma, se mofaba del imperio convertido al cristianismo: «Es imposible —decía— que un solo camino lleve hasta un misterio tan sublime».
No tuvo posterioridad espiritual, pero fue suegro de Boecio, el autor de la Consolación de la filosofía.
Después ambos murieron a manos del emperador bárbaro Teodorico, en el año 525. (Bárbaro y cristiano, supongo).
Por otra parte, algunos siglos después, según Du Cange, citado por Littré: «Fulanito encontró un saquito en el que había metralla, que se llama vellón».
¡Bueno! Yo he encontrado un higo, y será uno de los elementos de mi Consolación materialista.
Este higo, la pobre calabaza, es de un caucho reseco justo hasta ese punto en que se puede, insistiendo incisivamente un poco, franquear la resistencia o más bien no resistencia de los dientes contra su envoltura para —con los labios ya azucarados por el polvo de erosión superficial que ofrece— nutrirse del altar centelleante en su interior que lo rellena entero de una pulpa de púrpura regalada de pepitas.
Así podemos adorarlo como la más modesta y a la vez la más lograda de las capillas románicas, rústica a la vez que barroca.
Lo amamos también como nuestro chupete, un chupete que casualmente se habría vuelto comestible.
Aunque sea (también) un granero de incordios para los dientes.
Así la elasticidad en el espíritu de las palabras, y la poesía como yo la entiendo.
Podemos comerlo todo de él: la envoltura, la pulpa, las pepitas, todas juntas concurriendo en nuestro deleite.
Para terminar hablaré aún de esa manera (particular de la higuera) de destetar su fruto de su rama (como hago yo también con mi espíritu respecto de la letra) y del pequeño rudimento, del pequeño botón (de destete) irreductible que resulta de ello.
Así sea este poema.
Francis Ponge
(julio-agosto de 1958).

Cómo un higo de palabras y por qué es, también, un elogio de la digresión, de la repetición. Sin embargo, se trata de una repetición falsa: aunque sus textos parecen repetitivos, siempre hay variación. En este vértigo de la repetición, de la falsa repetición, de esta especie de desplazamiento imperceptible, existe una forma en la que pasar de la prosodia a la prosa: como en las variaciones musicales, el tempo puede ser diferente, tempo que aquí se significa en la «puesta en página».
Cómo un higo de palabras y por qué es, igualmente, un objeto que solo puede ser literario. Rechaza el referente —aquí, el higo— en su mundo que es el mundo de la existencia. Enfatiza la importancia de la literatura, de la palabra hablada, por así decirlo, ya sea oral o escrita. Es al mismo tiempo un elogio de lo literal, y sin ilusión sobre la posibilidad de la representación. Ponge trata de acercarse lo más posible a la descripción del higo porque está convencido de que, al final, solo quedará texto.
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