Mónica Drake era la estrella. Por Chuck Palahniuk
Payasa (Carmot, 2020)
Bienvenidos al libro de mi archienemiga. «Rival» sería una palabra más amable, pero seamos sinceros.
En 1991, en la cocina de Tom Spanbauer, cuando todavía éramos todos principiantes del taller de escritura y cabíamos sentados en aquella mesita cutre, Monica Drake era la estrella todas las semanas. Las historias que nos leía… historias en las que pasaba toda la noche encerrada en el Museo de Arte de Portland, guardando en soledad la antigua momia de una emperatriz china mientras contemplaba un plato repleto del contenido de su estómago preservado (en su mayoría, antiquísimas semillas de calabaza). Cuando Monica nos hablaba de estar encerrada tras puertas de acero, rejas y plexiglás antibalas, los demás pupilos de Tom nos olvidábamos de respirar.
Cada jueves por la noche, Monica nos hablaba sobre ir a la caza de tiques de compra en los aparcamientos de los supermercados, de pedírselos incluso a los compradores que estaban cargando las bolsas de comida en el coche, y todo porque el establecimiento, si se presentaban tiques por un valor de veinticinco dólares, vendía los huevos a veinticinco centavos la docena. Monica escribía sobre un mundo en que los personajes solo comían huevos baratos que se iban volviendo cada vez más malolientes en apartamentos donde todo se había roto al menos una vez. Todas las lámparas, platillos desportillados o sillas astilladas se mantenían pegados gracias al alambre o a la cola. La pobreza y la violencia estaban presentes en todas las situaciones. La gente compraba y vendía cupones de comida por el dinero suficiente para pasarse el día bebiendo jarabe para la tos y haciendo eses por la calle con un bigote verde permanente. Los personajes de Monica, como los mejores personajes, estaban basados en gente real, de su vida.
Para empeorar los jueves aún más, las historias de Monica nos hacían reír a todos los alumnos. Eran carcajadas tan sonoras y sinceras que, para los transeúntes que pasaban por la acera, en la oscuridad, podríamos haber sido simios aullando o perros ladrando.
Daba igual lo que uno llevase para leer: Monica siempre escribía algo mejor, más divertido, más sorprendente y sexi. Todas las semanas, Monica Drake nos mostraba lo buenas que podían ser las historias. Tom nos enseñaba el arte de la escritura, pero Monica nos mostró la libertad, la valentía. Si mejoré como escritor fue porque Monica siempre me superaba con su trabajo. Si una historia que yo había escrito hacía gracia, la de ella siempre era más divertida. Monica se mudó de Portland para estudiar con Amy Hempel y Joy Williams y ahora tiene una primera novela: Payasa. Y, con ella, nos está demostrando lo divertida, alocada y triste que puede ser la narración.
No le estoy haciendo un favor a una vieja amiga al escribir esta introducción, le estoy pagando una deuda de una década. Esto no es ni caridad ni adulación, es sinceridad.
Los escritores no son más que rivales, pero competir con una autora tan buena como Monica Drake es una bendición. Payasa es más que un gran libro: es una realidad propia. Todos deberíamos tener un archienemigo tan brillante como ella.
Chuck Palahniuk
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Nita, la payasa protagonista de esta novela, vive en el barrio de mala muerte de Declivetown donde las drogas y la chatarra son parte de la moneda local. Aunque está rodeada de delincuencia, trabaja cada día para alcanzar el sueño de ser una artista reconocida y poder vivir de su arte en las filas de Payasos Sin Fronteras. Inspirándose en la obra de grandes artistas universales como Charlie Chaplin o da Vinci, ensaya sus números y prepara sin descanso la adaptación clown de La metamorfosis de Kafka, la obra con la que espera ser lanzada al estrellato y salir de las calles y de la pobreza. Pero, a pesar de todos sus esfuerzos, Nita tropieza una y otra vez con sus pequeñas desgracias domésticas que, además de minarle el ánimo, parece que la dirigen irremediablemente a tener absurdos malentendidos con la policía local.
Monica Drake ha escrito una tragicomedia sobresaliente. Payasa es una crítica social llena de humor negro en la que su protagonista tiene que luchar consigo misma y con sus propios prejuicios. Una obra trepidante en la que lo expraño, lo gracioso y lo descarnado se combinan con una asombrosa soltura.
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