Descripción
Guiado en buena parte por un impulso irracionalista, un horizonte existencial y una pretensión de comunicación emocional, Eugenio Sánchez Salinas construye un poemario meritorio. Con imágenes poderosas basadas en elementos cotidianos de un entorno urbano, el poeta arma una atmósfera crepuscular y reconstruye historias a partir de elementos concretos que despliegan su evocación. Con ello, nos coloca en la inminencia de una fatalidad o de una imposibilidad. Precisamente, destaca el trabajo que lleva a cabo el poeta con esa tensión.
A partir de ahí, remite muchas veces a un balance de sí mismo, a la introspección de manera retrospectiva, donde se cuela una perspectiva nihilista, desengañada o abiertamente pesimista y desolada. Juega con el desdoblamiento en muchas ocasiones en ese sentido. Básicamente, se recrimina su gusto por la soledad y su regocijo en la tristeza.
En concreto, Sánchez Salinas focaliza en un aspecto, en una característica de su personalidad o un estado anímico del personaje a quien se dirige o del «yo». Desde él, da vueltas desovillando ese elemento, acercándose y alejándose repetidamente con metáforas y comparaciones al meollo. Así, forma Sánchez Salinas poemas intensos y potentes a pesar de su larga extensión que hacen de El primer animal de lo invisible un excelente poemario.
Alberto García-Teresa, La República Cultural
Sobre el autor
Eugenio Sánchez Salinas fue nacido en la aldea de Cañada de la Cruz (Murcia, 1980). Es hijo de pastores, hermano y sobrino de pastores, nieto, bisnieto quizá. Quizá no sabe muy bien por qué se llegó a esto de las palabras. Quizá sólo voluntad y manos: voluntad, manos, madre, vencejos: esos ángeles de Rilke. O tal vez «las palabras llegarán y cogerán de ti lo que el amor no logró nunca», alguien le dijo. O puede que escribir sea una treta para que nadie le juzgue severamente por querer estar solo mucho: puede que el tópico sea cierto en este caso.
De los méritos canónicamente consagrados por las plicas cerradas y las contraportadas de los libros, no posee más que algunas publicaciones en revistas-antologías-fanzines: publicaciones que el tiempo ha piadosamente sepultado.
Su primera lectura voluntaria fue a los catorce años, fue Goethe, fue de un libro que robó a una vecina antes de que ella lo terminase. Pagó por ello. Mereció la pena.
De niño, en una casa sin libros, madre Alfonsa Salinas y tío Miguel Salinas le enseñaron que el verdadero nombre de las cosas es el nombre que las cosas se dan a sí mismas. Él trata de recordar esto cuando escribe.
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