Esta flor secreta. Por Carmen Oliart
Por qué este libro
Esta flor secreta, de Carmen Conde (Sabina editorial, 2020)
Carmen Conde es una de esas autoras, muy conocidas, muy publicadas, reconocidas, que escribió muchísimo, y no solo poesía, que pensamos que ya conocemos y que archivamos en el cajón de las «clásicas». Cuando se lee su poesía ahora, resulta que Carmen Conde fue una mujer muy libre en su manera de vivir la vida y de escribir. Empezó a publicar muy joven, y al principio se la asoció a la Generación del 27 por edad y estilo, hasta que el 3 de febrero de 1936 conoció a Amanda Junquera Butler y ahí empezó una relación amorosa que duró el resto de sus vidas y que transformó su experiencia de la lengua, como dice Nieves Muriel en el prólogo. Relación conocida por sus respectivos maridos y su círculo de relaciones, aunque se halla querido oscurecer después.
Amanda se convirtió en la primera y mejor lectora de su poesía, y Carmen le dedicó casi toda su obra: «Para Amanda, sin medida en mi lenguaje. En mí ahora siempre suya»; toda una declaración de intenciones. En el libro recogemos muchos de sus poemas amorosos, llenos de pasión, sensualidad y vehemencia, como: «Ser mujer y tuya, ¡qué inefable fundirse la conciencia entre tus brazos!». El mar, las flores, hasta los elementos se convierten en símbolos de ese amor desbordante: «¡Rosa mía, nardo mío, alhelí que me invades / igual que una naranja, o que un fresón crujiente!»
Las relaciones con las mujeres fueron muy importantes en su vida y mantuvo amistad y correspondencia con otras escritoras como Gabriela Mistral, Katherine Mansfield, Angelina Gatell o Ernestina de Champourcin. Además, publicó cuatro antologías de mujeres poetas españolas y latinoamericanas.
Carmen Conde perdió una hija en el parto, y la relación madre e hija es uno de los temas fundamentales de su poesía, algo que no se había tratado así hasta entonces. La manera de abordar el amor y el dolor, la búsqueda de la eternidad, o la revisión de los mitos desde la mirada femenina marcaron la diferencia en la poesía española del siglo XX, y aún hoy. Su pasión por la lengua desde niña quedó reflejada en una obra extraordinaria, libre y audaz, que yo resumiría con uno de sus versos: «Son de incendio mis manos».

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