Diario de una loca del coño. 2 de mayo
De todas las mentiras la literatura es mi favorita¹
Los pintores, los filósofos, los poetas, pero también los novelistas e incluso los inventores y los sabios alcanzan todos la verdad por los atajos de la imaginación²
—Para contar bien qué es estar en un manicomio, hay que haber estado en uno. Que no lo sé, no sé ruso —lo dice con fastidio. Virginia es la que más ha bebido, también es la que suele acabar menos ebria. Rita y yo ya llevamos un rato escuchando su plática, fascinadas, mucho más borrachas que ella, alegres, divertidas. Tiene uno de esos días; a mí me parece que está muy guapa. Recita las citas de memoria.
El equívoco del amor viene de que uno es feliz e infeliz al mismo tiempo; el sufrimiento iguala la voluptuosidad en un torbellino unitario. Es por eso que la desgracia en el amor crece a medida que la mujer comprende, y, por ende, ama mucho más. (..) Toda esa intensidad es un ataque al vacío³.
—Es solo una opinión. De otro. En realidad, no me he parado nunca a pensar en algo así. Qué me importa a mí qué es la literatura. La literatura no tiene la menor importancia. A mí me importa la vida, me importa vivir. Y el amor… ¿Os he contado que cuando por fin me enamoré él estaba medio calvo? Tenía pelo en todas partes, menos en la cabeza. Y le quería. A rabiar. Pero no me gustaba. Era insoportable. Un pelmazo. Todo el santo día como molesto conmigo por algo. Sin hablar nunca claro, como rumiando qué sé yo siempre en segundo plano. Supongo que yo tampoco le gustaba. O le gustaba demasiado. Amor de mierda, lo llamo.
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