Libertinaje y sexo frenético al (des)hacer las Américas
—¿Renata? —¡Estoy esperando! —¿Esperan…? ¡AH! ¡El cuento! —Eso. —Vale, vale. Pues ahí va. Voy a improvisar, ¿eh? —A ver. —Érase una muchacha preciosa llamada Renata. —Empieza bien. —Ja, ja. Pues espera y verás. Una noche conoció a un turista español que le cayó en gracia.